La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedád crónica del sistema nervioso central que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se caracteriza por la inflamación y la degeneración de la mielina, la capa protectora que envuelve las fibras nerviosas, lo que lleva a una interrupción de la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo.
La EM es una enfermedád autoinmune en la que el sistema inmunológico ataca por error las vainas de mielina que cubren los nervios, provocando la aparición de lesiones o placas en el tejido nervioso. Esto puede resultar en una amplia gama de síntomas, que varían de una persona a otra y pueden incluir:
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Entumecimiento o hormigueo en las extremidades.
Debilidad muscular.
Visión borrosa o doble.
Dificultad para coordinar los movimientos (ataxia).
Problemas de equilibrio y marcha.
Fatiga extrema.
Dificultades cognitivas, como problemas de memoria o atención.
Alteraciones sensoriales, como dolor o cambios en la temperatura corporal.
Existen varios tipos de EM, que se clasifican según el curso de la enfermedád y la presentación de los síntomas:
EM recurrente-remitente (EMRR): Es el tipo más común, caracterizado por brotes de síntomas seguidos de períodos de remisión.
EM primaria progresiva (EMPP): Se caracteriza por un deterioro constante sin brotes claros.
EM secundaria progresiva (EMSP): Comienza como EMRR y luego se convierte en un deterioro constante.
EM progresiva-recurrente (EMPR): Es una forma menos común, con un curso progresivo constante y brotes superpuestos.
La causa exacta de la EM sigue siendo un misterio, pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. Algunos de los factores de riesgo asociados con la EM incluyen:
Edad: La EM suele diagnosticarse entre los 20 y los 40 años.
Género: Las mujeres tienen el doble de probabilidades de desarrollar EM que los hombres.
Antecedentes familiares: Tener un familiar cercano con EM aumenta el riesgo.
Factores ambientales: La exposición a ciertos virus o bacterias, y la falta de vitamina D, se han asociado con un mayor riesgo.
El diagnóstico de EM puede ser desafiante debido a la variedad de síntomas y la falta de una prueba definitiva. Por lo general, se basa en una combinación de historia clínica, examen neurológico, resonancia magnética (RM) y análisis de líquido cefalorraquídeo.
No existe cura para la EM, pero existen tratamientos que pueden ayudar a manejar los síntomas y reducir la frecuencia de los brotes. Estos incluyen:
Medicamentos modificadores de la enfermedád (DMT) para reducir la inflamación y la actividad de la enfermedád.
Terapias sintomáticas para tratar síntomas específicos, como espasticidad, fatiga y dolor.
Rehabilitación y fisioterapia para mejorar la función y la movilidad.
Apoyo psicológico y terapias de habla y ocupacional para abordar los aspectos cognitivos y emocionales de la enfermedád.
La esclerosis múltiple es una enfermedád compleja que requiere un enfoque multidisciplinario para su manejo. Aunque puede ser desafiante, con el apoyo adecuado y los tratamientos disponibles, las personas con EM pueden llevar vidas activas y satisfactorias. La investigación continua promete avances futuros en el entendimiento y el tratamiento de esta enfermedád crónica.
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